Todo ser humano guarda en su memoria recuerdos de los momentos, buenos o malos, que lo han hecho convertirse en la persona que actualmente es. Son estos recuerdos, las anclas que en ciertos momentos de la vida nos permiten poner polo a tierra para volver a demostrarnos de lo que somos capaces y reforzarnos el concepto de quienes somos.
Ahora, cuando nos relacionamos con personas que logran convertirse en seres especiales y “necesarios” de nuestra vida, comenzamos a acumular pequeños tesoros en los que se materializan esos recuerdos: fotografías, cartas, peluches, conversaciones, mensajes que no queremos borrar porque al releerlos volvemos a ser felices, vivimos con tal plenitud que guardamos olores favoritos que nos recuerdan una persona, un lugar o un momento, ese dejavu que nos conecta nuevamente al estado de felicidad.
Por tanto, cuando un ser especial fallece, estas anclas de felicidad se convierten en “amuletos” que difícilmente queremos perder, sin embargo, llega el momento en que la aceptación de su irremediable ausencia, nos lleva a tomar decisiones y/o lleva a nuestros seres cercanos a decidir por nosotros que ya es momento de “dar un paso adelante” y reajustar el entorno a la realidad de que esta persona ya no está.
Lo más importante es que el proceso de desprendimiento se dé paulatinamente y a conciencia del doliente, para que el mismo se base en un tema de aceptación y no de imposición, recordando que prolongar por mucho tiempo el seguir conservando sus cosas no será de mucho beneficio.
No existe un tiempo exacto para decidir mover sus objetos, hay quienes organizarán de inmediato las pertenencias de su ser querido fallecido, como aliciente al dolor que llega con su partida, mientras que otros tendrán la habitación tal como la había dejado antes de su muerte, como si todavía hubiera un pequeño destello de esperanza de que regrese a casa y todo vuelva a la normalidad. Sin embargo, ni quitar rápidamente sus objetos personales ni dejar su habitación “congelada en el tiempo” es saludable para este proceso de duelo, tocar, oler o simplemente ver los objetos personales de tu ser querido va a traer nuevamente una avalancha de sentimientos mientras que los recuerdos estarán a flor de piel.
Solo tú puedes saber cuándo es el momento preciso para recoger sus pertenencias, si haz decidido hacerlo te presentamos algunos tips:
- Pide ayuda: Será un aliciente para el proceso, el poder tener ayuda durante la recolección de las pertenencias, si bien es importante tener tiempo a solas con nuestros recuerdos, los amigos y familiares serán un gran soporte anímico en momentos en los que sientes que ya no tienes energías suficientes para continuar con la labor.
- Ve poco a poco: No es necesario que vacíes en totalidad la habitación o que hagas todos los cambios en un mismo día. Establece una lista de prioridades que haya que hacer en primer lugar por razones prácticas tal como cerrar cuentas bancarias, retirar sus cosas del trabajo, pagar facturas pendientes, etc. Si lo deseas, puedes designar a un amigo y/o familiar capacitado para llevar adelante algunas de estas tareas mientras que tú te ocupas de otras. Esta es una decisión que puede resultar física y emocionalmente abrumadora por lo que es importante que establezcas pequeñas metas diarias.
- Elije que podrás conservar: Algunas cosas son muy preciadas y difícilmente podrás desprenderte de ellas. Resulta práctico realiza una lista en la que puedas distinguir 4 categorías: “Para mí”, “Para los demás”, “Para donar” y “Para desechar”, piensa realmente de cuáles te resulta imposible desprenderte y elige bolsas o cajas de distintos colores para ir colocando en ellas los objetos de acuerdo a la categoría a la que correspondan.
