Cuando estamos viviendo un proceso de duelo, más aún cuando este se dá por la pérdida de un ser querido, los recuerdos y apegos que podemos tener hacia él aumentan de manera sustancial el dolor que nos produce el hecho de ser conscientes, que a partir de la fecha estamos destinados a vivir sin su presencia. Este tipo de sentimientos, pueden hacernos sentir devastados y creer que no tendremos las herramientas suficientes para dar continuidad a nuestra vida; sin embargo, como toda etapa del proceso del duelo, los apegos no se evidencian de igual forma para todos los dolientes y es importante que reconozcamos cuando es necesario “soltar” todo aquello que aunque me permite recordarlo, resulta ser doloroso para mí.
Pero… ¿Qué es el apego? En palabras sencillas, es un estado emocional con el cual se desarrolla dependencia hacia alguna situación o persona que considero dá sentido a mi vida y/o ayuda a mi crecimiento personal, por esto, puedo llegar a sentir que si no “poseo” ese algo o no permanezco cerca a esa persona pierdo mi tranquilidad y el rumbo de mi vida.
Siendo así, recordar a mi ser querido es bello y sano durante el duelo, sin embargo cuando recordarlo trae para mi vida dolor y desesperación, es momento de dar un alto en el camino y evaluar la posibilidad de estar frente a la vivencia de un apego y por tanto, a pesar de que puede tornarse difícil y doloroso, debo dar inicio a un proceso de “liberación” frente a eso que no me permite avanzar.
Durante el duelo, el buen manejo de apegos hacia ese ser querido que no está con nosotros, nos ayuda a adaptarnos a la pérdida, preparándonos para vivir sin la presencia física de esa persona; fundamentalmente, para canalizar correctamente los apegos afectivos de forma que sea semejante con la realidad presente.
Es esencial aprender cómo abrirse a soltar, decir adiós y vivir el duelo con mayor sabiduría y compasión, para crear mayor paz interna dentro del proceso del desapego que nos afecta por la perdida.
Hay cuatro leyes de desapego que nos ayudara a transitar por este proceso doloroso pero conveniente.
Primera ley: Ser responsable consigo mismo; somos seres humanos y debemos ser libres, listos para crear el destino conveniente cultivando la propia felicidad mediante la realidad.
Segunda ley: Vive el presente, acepta y vive la realidad; realidad que nos van afectando tras pasar el tiempo, todas esas desavenencias por la pérdida del ser querido son anclas que nos aferran y lastima nuestra alma, por eso, vive el presente sin limitar el futuro.
Tercera ley: Promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás; en esta ley debemos que asumir en que la libertad es la manera más plena, global y saludable de disfrutar la vida, seguir con todos nuestros proyectos, metas y realidad que queremos para nosotros y nuestras familias.
Cuarta ley: Asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano; por tanto, la vida está llena cambios y momentos que nos van ayudar a la superación de esa pérdida irreparable pero aceptable para nuestra cotidianidad.