Al vivir una experiencia de dolor, nuestro cuerpo y mente pasan por diversas circunstancias de estrés relacionadas a las emociones que se desatan tras la noticia. Nuestro ser es tan perfecto, que existe una conexión cercana entre nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma, para alcanzar el equilibrio… por esto, cuando una de ellas pierde la estabilidad, todo lo demás comienza a verse afectado.
El duelo, es una respuesta normal y, sobre todo, saludable ante la muerte de un ser querido, es la forma natural que tiene nuestra mente (lugar donde se procesan las emociones y recuerdos) para adaptarse a una ausencia, puesto que a lo largo de nuestra vida “perdemos” ciertas cosas o personas que nos hacen ver como los vínculos no son eternos, sin embargo, el dolor de aceptar el “desapego” es lo que nos hace sufrir llevando un proceso de recuperación.
A pesar de esto, no estaremos nunca preparados para aceptar en su totalidad la pérdida de un ser querido, sabiendo completamente que la muerte nos lo “arrebata” sin darnos opción de volver a verle, por esto el duelo por pérdida/fallecimiento es en intensidad superior a otro tipo de duelos.
Mucho se ha dicho sobre la “montaña rusa de emociones” que se vive, pero no es claro por qué sucede y de donde se desata todo lo que vivimos, finalmente… ¿el duelo se vive desde la razón o desde el corazón?
Pues bien, La pérdida de un ser querido nos pone en una situación de tristeza, llanto y desolación, a cada emoción corresponde un proceso fisiológico en el cuerpo, que es desatado por nada diferente a una respuesta química de nuestro cerebro: generación de hormonas.
Por esta sencilla pero compleja razón, en el duelo hay días “buenos” y días “malos”, días en los que el doliente se considera listo para seguir adelante y otros en los que las ganas de vivir no son las mismas, días en que la mente piensa con mayor claridad que en otros; esto se debe a que ante la muerte, vivimos algo similar a el síndrome de abstinencia, somos “adictos” a los recuerdos de quien se fue, a su presencia y lo que el/ella representaba para nosotros, entonces ante su ausencia nos sentimos alterados y buscamos un “estímulo corrector”, es decir, como volver a recuperar esa “dosis” mínima que nos permita nuevamente tenerle: negación de su muerte, rabia por perderle, obligarnos a sufrir recordándole insistentemente.
La mente se adapta con mayor rapidez a la ausencia y reconstruye con facilidad la “nueva rutina”, de ahí la posibilidad que al pasar el tiempo, los recuerdos de la persona vengan con menor frecuencia y que comiencen nuevos pensamientos sobre proyectos y deseos, sin embargo, el corazón ( o las emociones) van ligadas a los pensamientos recurrentes que nosotros mismos generamos, en este caso la frase “ el tiempo cura todo” cambia de concepto para comprender que no es el tiempo solo, sino lo que se hace con el tiempo que transcurre, de ahí la importancia que durante la vivencia del duelo, el doliente se permita asimismo el recuperar las riendas de su vida en ausencia de su ser amado e inicie a conciencia un camino que recorrerá por sí mismo con el único objetivo de sanar.
En el duelo, la razón y el corazón juegan un mismo partido, pero como seres sintientes, es el corazón quien hará el gol en el camino de la sanación… por esto, debemos aprender que en el duelo, nuestra mente hará el trabajo sola, pero debemos ayudar a nuestro corazón a sanar, algunas de las maneras de poder hacerlo es:
- Cuida de tus pensamientos, aquellos que refuerces determinarán el sentido que tomes en la pérdida.
- Permítete llorar pero encuentra sentido a tus lágrimas, cada que lo hagas, no pienses en que lo haces porque te duele haberle perdido y lo mal que puedes estar pasando, hazlo para liberar lo que dejaste pendiente. Un buen ejercicio, es que escribas aquellos temas que te hubiese gustado haber hablado o vivido junto a la persona que se marchó.
- El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, esto quiere decir que es completamente normal que poco a poco el dolor se disipe y baje su intensidad, no es tu obligación permanecer triste. No permitas que nadie determine como debes sentirte.
- No pienses de más, evita cuestionarte si lo que haces es correcto o no, vive el duelo a tu ritmo y tiempos.
- Realiza actividades con las que ayudes a tu cuerpo a contrarrestar los efectos físicos del duelo, recuerda que hacer ejercicio ayuda a liberar hormonas relacionadas a la felicidad.