Los funerales u honras fúnebres que se realizan en homenaje a un ser amado fallecido, son el motivo que une a conocidos, amigos y familiares entorno de un objetivo principal que es el de demostrar a través de la presencia y participación lo importante que ese persona fue para muchos en vida.
Realizar este tipo de “rituales”, es saludable para el doliente, pues le permite poder decir adiós al ser querido fallecido, ritualizar la despedida, honrar su memoria, agradecer su existencia, todo esto en compañía… principal necesidad de una persona en duelo: sentir que no está sola en el proceso y en algunos casos le es reconfortante escuchar lo significativo que fue su ser querido para la comunidad, que será recordado positivamente, que hubo un sentido en su vida y una huella establecida.
Por esta y muchas otras razones, permitirse acompañar a los dolientes en esta experiencia es muy importante, pues resulta liberador para cualquiera que hubiese conocido a quien partió, ya que en menor o mayor grado, todos los que un momento le conocieron, requieren “cerrar el ciclo” de verle partir.
Sin embargo, acompañar un duelo en funeraria se aleja del concepto de simplemente ir a “hacer acto de presencia” o “cumplir con una obligación social”, sino que se convierte en la responsabilidad de abrir el corazón para brindar el apoyo que el doliente requiere, teniendo presente los siguientes tips:
- Contener y acompañar: Los consejos o frases cliché no son recomendables, cualquiera que hubiese sido la causa del fallecimiento, no debe ser el tema principal de la conversación, puesto que aunque hubiese existido una anticipación de la muerte, no es garantía de un duelo sin obstáculos. Como acompañante, debe evitar hablar de más y ampliar al doble su capacidad de escucha.
- Sea paciente pero no pasivo: La paciencia será una gran virtud, pues en las primeras fases del proceso de duelo, es común que el doliente repita constantemente la misma historia, refuerce una y otra vez sus sentimientos y frustraciones. Sin embargo, también es muy aconsejable aportar ayudas concretas: en la casa, con trámites, evitando el aislamiento de quien sufre. Todo sin atosigar.
- La dolencia de amor, solo se cura con presencia y figura: Permanezca atento al doliente, no solo el día del funeral sino los días posteriores, cuando la percepción de la ausencia se intensifica. El desahogarse con libertad y poder compartir la verdad de la situación con alguien es sumamente terapéutico. Es bueno procurar para los dolientes un espacio físico con cierta intimidad.
- Incentive a la sanación: Apoye al doliente en las decisiones que tome frente a su duelo, siempre y cuando usted considere que son positivas de lo contrario consulte con un profesional, aliéntelo a seguir adelante, con la prudencia de no generar en el la presión de “superar el dolor rápido”.