A cualquier edad, la pérdida de mamá se hace difícil, puesto que es el ser a quien debemos la vida y aunque fácilmente no aceptemos que sentimos deberle gran parte de nuestros aprendizajes, internamente lo sabemos y agradecemos por todos sus cuidados y amor brindado, muchas veces sintiéndonos “desagradecidos” por no aprovecharlo mientras vivía.
Sin embargo, para un niño(a) el duelo que vive ante la pérdida de su mamá debe ser manejado de manera especial, dado que la percepción de la muerte en la niñez es abstracta y puede confundirse con que la persona que ha fallecido se ha ido a dormir, el niño puede considerar entonces que podrá volver a verla y llegará el momento en que exigirá poder hacerlo.
Dar un buen manejo al entendimiento de la noticia por parte del niño es primordial, la forma de abordarlo va a depender de muchos factores: edad, educación, aspectos emocionales, creencias religiosas, etc. Se debe recordar que es en la niñez, el momento en que el ser humano forma su carácter para dar manejo a sus emociones y así obtener un aprendizaje para una sana vivencia de las mismas en su edad adulta.
Después de la muerte de una mamita es normal que el niño o la niña experimente una tormenta de emociones que empiezan desde la tristeza, enojo, culpa, llegando hasta el momento de su aceptación, al igual que es posible que presente síntomas como: trastornos del sueño, pérdida del apetito, falta de interés por muchas de las cosas que le gustaba realizar y que ahora parece rechazar.
La experiencia de la muerte varía a razón de la edad del niño(a), a continuación presentamos algunas de las posibles vivencias 1:
• Conmoción y confusión al haber perdido a una persona amada.
• Ira por haber sido abandonados y que pueden ponerse de manifiesto en juegos violentos, pesadillas y enfado hacia otros miembros de la familia (agresividad).
• Miedo a perder al progenitor que sigue viviendo o ser abandonado por éste.
• Vuelta a etapas anteriores del desarrollo emocional con conductas más infantiles (exigiendo, por ejemplo, más comida, más atención, hablando como un bebé o miedo a la oscuridad).
• Culpabilidad derivada de la dificultad de relación con el fallecido o de la creencia de haber causado su muerte por el mero hecho de haber deseado en algún momento que ya no estuviera o que desapareciera.
• Tristeza por la pérdida, que se puede manifestar con insomnio, anorexia, miedo a estar solo, falta de interés por las cosas que antes les motivaban y disminución acentuada del rendimiento escolar.
Para los niños y las niñas en estos procesos tan difíciles de pérdida es importante permitirles expresar de una forma libre sus sentimientos, pensamientos y emociones, los adultos buscamos siempre protegerlos de estas situaciones tan dolorosas pero son ellos mismos quienes nos sorprenden de la forma en que afrontan estas experiencias.
Con un buen trabajo, el niño puede elaborar el duelo más fácilmente que un adulto porque no tiene el prejuicio del “qué dirán” y es pura espontaneidad. Tiene menos sentimiento de culpa que el adulto y nunca se niega a rehacer su vida y ser feliz.
- Extracción del texto: El duelo en los niños- La pérdida del padre o la madre. Amalio Ordoñez Gallego1 y Mª Antonia Lacasta Reverte